Alteridad es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.
La alteridad hay que entenderla a partir de una división entre un “yo” y un “otro”, o entre un “nosotros” y un “ellos”. El “otro” tiene costumbres, tradiciones y representaciones diferentes a las del “yo”: por eso forma parte de “ellos” y no de “nosotros”. La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”, alternando la perspectiva propia con la ajena.
Es decir, la alteridad viene a ser una buena muestra de interés por comprenderse. De ahí que se encargue por fomentar tanto el diálogo como los acuerdos e incluso las vías de paz a cualquier posible conflicto.
La alteridad se diluye con mayor facilidad cuando se aplica al individuo ya que el problema comienza con la necesidad de conocerse a sí mismo. Al momento en que se acepta la propia existencia, la relación entre uno y el otro se complica. Cuando uno se refiere al individuo, se debe inferir hasta qué punto se conoce, ya que este punto definirá la frontera entre uno y el otro. Todo lo que es uno es “yo” y todo lo que no sea “yo” hará referencia al otro.
De ésta manera, la alteridad se ve como la proyección, habitualmente de un “ego ideal” una concepción imaginaria e inaccesible que uno se atribuye a sí mismo al desconocer los límites de sí; de uno. De acuerdo a Lacan, la formación del sujeto requiere un desdoblamiento del yo entre “yo” y “otro”. Esta reflexión acentúa la relación narcisista del sujeto con su contraparte imaginaria, el “ego ideal”. De esta manera, el subconsciente provee un ejemplo de que uno es su propio “otro” creando una tensión entre el sujeto y el ego, generando “otro” que es “yo” (Lacan, 1977).
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